martes, 21 de abril de 2015

Miedo

Quantus tremor est futurus,
quando iudex est venturus,
cuncta stricte discussurus!
Dies Irae



Había huido toda mi vida. Aun recuerdo las gotas de sangre chorrear por el cuello de mi padre, mezcladas con las lágrimas de mi madre que se avalanzó sobre su cuerpo tambaleante para sostenerle. Él, con el poco aliento que le quedaba le susurraba que todo iba a estar bien, que estuviera tranquila y que tuviera fuerza, yo apenas si tuve conciencia de escuchar sus últimas palabras. Esa misma noche, el fuego que consumía la vieja casa de madera se mezclaba absurdamente con los gritos de mis hermanas siendo violadas por los rebeldes. Ese era nuestro destino por adorar a un dios prohibido en un lugar vedado para mi familia por los azares de la geografía y la historia.

Ese día entendí lo que era el miedo, pude sentirlo por primera vez. Tenia cinco años y apenas si podía comprender los colores y sonidos de la naturaleza, esos que me entretenían y me llenaban de un sentimiento que mucho después pude conectar a ese algo tan pasajero que todos los mortales llaman felicidad. Las imágenes de los rostros suaves de mi madre y mi abuela y sus risas mientras llevaban el agua del pozo, mientras cantaban alabanzas o mientras preparaban el fuego para hacer el pan desaparecieron en un hueco poco profundo cubiertos por la tierra amarilla. Mis hermanas nunca mas volvieron a hablar o a jugar conmigo.

Hoy, exactamente 17 años más tarde, mientras escucho los gritos de desesperación, los insultos y el oleaje hacer crujir el metal que se retuerce sin piedad, he vuelto a sentir ese miedo. No el miedo pasajero, ese que te da cuando lleno de desesperación robas un pan de una tienda o cuando arropado por la oscuridad te escabulles para poder besar a aquella jovencita de ojos negros y dientes como el cielo que te está esperando afuera, en el patio al lado del pozo de agua y a la que le declaras tu amor infinito. El miedo cuando la tranquilizas y le dices que volverás pronto para abrazarla, el miedo que sientes cuando le dices que todo va a estar bien, que esté tranquila y que sea fuerte, repitiendo esas fatídicas ultimas palabras; las primeras que recuerdas.

Hoy he vuelto a sentir el miedo, lo he entendido, el miedo de no poder cumplir el juramento que realicé, los juguetes que prometí, ese vestido largo azul marino que ya no podré comprar. Hoy, he vuelto a sentir el miedo, el único e irrepetible, el miedo de mi cuerpo perdido en el fondo del mediterraneo, el miedo de irme para siempre y dejar un vacío lleno de angustia, de incertezas y de desprotección en aquellos que amo, el miedo de verdad.  

2 comentarios:

  1. No vi el límite que podrías haber sobrepasado, mi querido Leo. Celebro que hayas aportado tu cuento en este blog. Está buena la moraleja críptica que nos hace partícipes a todos de las tragedias que nos asuelan por todo el planeta hoy en día: “Rechinarán los dientes cuando advenga aquel que nos juzgará con recta dureza”, dijo aquel en latín.

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