Hoy, en Ventana al Sur, les conté que mi primer cuento lo escribí en Finlandia, embarazada de Luna y decidí compartirlo. Espero que lo disfruten. YS
Rarezas
Qué raro se ve todo desde
aquí, y qué extraño ese yo que no soy yo, sino un cuerpo vacío que algunos
curiosean y otros mejor no, porque si lo miran entonces se vuelve real… estoy
tratando de hacer ejercicio de memoria y estoy tratando de saltar desde aquí,
desde el lugar raro en que estoy para ver si caigo en “mi cuerpo” y así lo
puedo levantar de ahí donde está tirado indignamente y en dónde está causando
algo entre lástima y asco… me choca ver como lo miran por encima del hombro y
más me molesta que haya corriendo sangre por ahí porque al fin de cuentas ya sé
que soy yo quien la va a limpiar… ¿O será que al menos de esta me salvo?
Pues ya me voy acordando, eran las 5.37 de la mañana cuando
me subí al metro como hago todos los días para iniciar mi primer turno de
trabajo, así que eso no era raro… tampoco era raro que en la línea 4 en
dirección de sur a norte vinieran bravucones adolescentes que seguramente
venían de alguna fiesta clandestina en la que se les hizo tarde y no tuvieron más
remedio que tomar el primer metro… es más, ni siquiera era raro que intentaran
provocarme… ese era mi pan de cada día, el de escuchar que alguien me gritara «¡brownie,
go home!»; eso y hasta recibir un escupitajo de vez en cuando es tan de rutina
que yo lo tomaba como parte del día a día…
Pero había algo que sí había sido raro: Amanda había llorado
toda la noche y su mamá no conseguía consolarla, y cuando iba yo, se me lanzaba
al cuello como si no hubiera un mañana; yo intenté consolarla hasta que nos
quedamos los dos dormidos en el piso, ella de cansancio por llorar y yo de
cansancio acumulado de dos empleos y de desmañanarme todos los días… también un
poco raro fue que me desperté y aunque sabía que era un poco tarde me movía
lentamente y con mucha paz…
Y ya me acuerdo de lo que pasó después. Al subirme al metro,
en el mismo último vagón en el que me subo todos los días, me recargué en el
vidrio y cerré los ojos esperando soñar sin dormir pero yo sentía que había
tanto ruido que ni los pensamientos lograba escucharme, tanto ruido que cuando
los bravucones esos me empezaron a tirar la bronca yo no me di cuenta de
inmediato que era conmigo la cosa… pero cuando me di, me puse el gorro de mi
sudadera en señal de paz… pero las señales de paz de mi parte fueron tomadas
como un insulto por ellos, y empezaron a agredirme aún más… los otros
trabajadores madrugadores que iban en el vagón miraban de reojo lo que pasaba
pero fingían seguir inmersos en sus libros o subían el volumen en su i-pod para no ser partícipes involuntarios
de la situación… cuando me empezaron a agarrar a tirones pensé que también era
raro que alguien fornido como yo fuera tan indefenso ante esos mocozuelos que
en todo caso estaban pecando de impertinentes… pero ni tan raro… no eran
machos, pero eran muchos…
Así que de las invitaciones suyas de que volviera a «mi
casa», fueron a los insultos, y luego a los tirones, y cuando me di cuenta ya
todos me tenían en el piso a las patadas… la suerte era que la voz del metro
anunciaba mi destino y que yo estaba justo a tiempo para empezar a trabajar,
salí a gatas del vagón ayudado por los puntapiés en el trasero por parte de los
mocozuelos. Ya afuera, los que esperaban el metro en la otra dirección miraban
también de reojo y también fingían que no era nada fuera de lo convencional lo
que estaba sucediendo, los más débiles de carácter palidecieron cuando vieron
las navajas salir de los bolsillos de los chiquillos, pero aun así se limitaron
a mirar el piso y a caminar de un lado para otro como si eso fuera a acortar su
espera por el metro que los llevaría lejos de la responsabilidad de tener que
ver esa escena…
Después de ver el brillo de las navajas sentí cómo algo calientito me corría por la panza pero aunque podía
sentir que era tibia la sensación, seguía teniendo frío, y me estaba dando más
por cada segundo que pasaba, después del primer piquetón vinieron muchos porque
el difícil es el primero, pero ya entrados en gastos, ya no hay forma de
detenerse… no atiné más que a recordar cuando matábamos puercos para las
fiestas del pueblo, y en el trabajo que me costaba atravesar el cuero… así supe
que nuestro cuero y el de los puercos es distinto… qué raro venir a enterarse
así… entre ruido y pisoteado por zapatos de los chiquillos corriendo en un
estado de éxtasis por haberse hecho «hombres de
cuidado» ahí mismo en el pasillo del metro…
Me dieron pena ellos, me dieron pena los testigos por
cobardes y me di pena yo porque yo también quería irme a casa pero algo me
decía que esta vez no iba a ser así… «brownie, go
home» dicen ellos, «I want to go home», digo yo… ¿Y Amanda? ¿Ella sabía?
Qué bueno que me abrazó como si no hubiera mañana, qué bueno que me quedé
dormido con ella en mis brazos, y qué bueno, qué bueno
que no me está viendo ahora… tirado aquí, causando algo entre lástima y asco…
YS –Helsinki, 14-Dic-2011-
Me encanta!
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