El
té se enfriaba y ella tenía esa nota en sus manos. Era breve pero esa lista de
cosas era demasiado para ella y para el tiempo que se deslizaba de prisa
durante esa mañana de enero:
“Tu
espalda, este edificio sucio en el que brillan las ventanas, ese charco de
lluvia de enero congelada, un lunar que no puedo olvidar, la línea que dibujan
tus brazos cuando los estiras sentada en la cama, esa arruga de la sábana y su vibrante
recuerdo que aún huele a nosotros, dos cafés en la mesa de una terraza, una
cafetería escondida de Madrid, una nota impresa con dos poemas sin terminar y
el tiempo que pasa, que no sirve para nada más que para darse valor a sí mismo
y a nuestras palabras extendidas sobre la faz de los días”
Pasó
la mañana delante de la nota, con un té frío, estremecida con el texto que leía
y leía, una y otra vez, y dudando si era ella el destinatario de la nota que
había encontrado.
Cuando
encontró en el reverso de la hoja el nombre de Carmen garabateado la dejó sobre
la mesa de nuevo, pero por última vez. Luego se incorporó y la devolvió al cajón en la que la había encontrado, para que Carmen, fuera quién fuera ella,
algún día la pudiera leer.
David Gambarte
05.01.2015
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPadrísimo cuento, David. Tengo debilidad por los remates abiertos así como por los finales tristes, estrujantes. El final de este relato me retrotrae estas líneas de Björn y Benny, con las que Agnetha estremece de forma catártica:
ResponderEliminarThe winner takes it all
The loser has to fall
It's simple and it's plain
Why should I complain?
Anda que no era lista la Carmen!
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